Colombia: siete décadas de violencia que han silenciado candidaturas presidenciales
- Prego Nerosai
- 12 ago
- 2 Min. de lectura
La historia política de Colombia continúa marcada por un doloroso patrón: la violencia que ha segado la vida de líderes y candidatos presidenciales.
Desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 hasta el reciente crimen contra Miguel Uribe Turbay, el país revive una y otra vez el trauma de ver truncados proyectos de nación que prometían un rumbo distinto.
El 9 de abril de 1948, el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado a tiros en pleno centro de Bogotá. Su muerte desató El Bogotazo y abrió un ciclo de violencia que no ha cesado.

Décadas después, el 11 de octubre de 1987, Jaime Pardo Leal, líder de la Unión Patriótica, cayó asesinado tras denunciar la alianza entre paramilitares y narcotráfico.
El 18 de agosto de 1989, en Soacha, la violencia alcanzó a Luis Carlos Galán Sarmiento, líder del Nuevo Liberalismo y favorito en las encuestas para 1990. Su lucha contra el narcotráfico lo convirtió en blanco mortal.
En 1990, la tragedia se repitió en apenas semanas. El 22 de marzo, un sicario de 16 años asesinó a Bernardo Jaramillo Ossa en el Puente Aéreo de Bogotá. El 26 de abril, el recién desmovilizado líder del M-19, Carlos Pizarro León Gómez, fue acribillado dentro de un avión comercial.
El 2 de noviembre de 1995, el turno fue para Álvaro Gómez Hurtado, tres veces candidato presidencial y figura emblemática del Partido Conservador. Su asesinato aún plantea interrogantes sin resolver.
La más reciente víctima de esta lista es Miguel Uribe Turbay, quien el 22 de octubre de 2024 anunció su aspiración presidencial con la promesa de devolver la seguridad al país. Ocho meses después, sobrevivió a un atentado, pero el 11 de agosto de 2025 fue asesinado, reviviendo el dolor de la violencia política en una familia que ya había sufrido la pérdida de Julio César Turbay Ayala y de otros dirigentes.
Estos crímenes no sólo apagaron vidas, sino también proyectos políticos que buscaban transformar la nación. La repetición de estos hechos deja en evidencia que la democracia colombiana sigue en deuda con la vida, la justicia y la paz.
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